“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”
Así empieza “Historia de dos ciudades”, novela histórica escrita por Charles Dickens en la que narra la vida en el siglo XVIII. La primera ciudad simbolizaría de algún modo la paz y la tranquilidad, la vida sencilla y ordenada; mientras la segunda representaría la agitación, el desafío y el caos, el conflicto entre dos mundos en una época en la que se anuncian drásticos cambios sociales.
Dos mundos están en colisión: uno regido por las estructuras represivas de control patriarcal que se niega a morir; otro que está naciendo a un nivel de conciencia más elevado, abriéndose paso a través de la selva de falsedad, manipulación y corrupción de los poderes fácticos.
Inmersos en el sueño de la separación, nos sentimos solos, perdidos. Nos vemos avasallados por el maremágnum de desinformación de los medios de comunicación pagados por el sistema, noticias que se contradicen día con día y mantienen a la población en vilo, sin saber en qué creer ni en quién confiar. Las páginas están llenas de noticias acerca de mayor número de infecciones y decesos, la crisis en crematorios y cementerios.
¿Realmente necesitamos que nos cuenten todos los días el número de muertos? Sabemos que diariamente la gente muere, y en mayor número, por diversas causas ajenas al covid. Desde la perspectiva espiritual, la muerte no existe; el cuerpo es sólo un vehículo para el alma, que ha venido a este plano material para continuar con su aprendizaje y evolución. Las almas que están partiendo, dejando atrás un cuerpo enfermo, son llevadas a otros sitios en donde puedan seguir su
proceso en tercera dimensión.
Mientras en los planos externos todo parece estar derrumbándose, en los planos internos muchas cosas empiezan a revelarse y hacer sentido. La pausa global nos está forzando a reexaminar tanto acerca de nosotros mismos y la forma en que estamos viviendo nuestras vidas, a descubrir lo verdaderamente esencial. He aquí donde yace una tremenda oportunidad para recrearnos a nosotros mismos y al mundo en que queremos vivir.
Estamos en el proceso de ascensión hacia la quinta dimensión. Las dimensiones espirituales no son lugares en sí, sino estados de conciencia. Cuanto más se amplíen, mayor será la evolución. La tercera dimensión es la toma de conciencia del mundo físico en toda su amplitud. La cuarta dimensión es la toma de conciencia de las emociones y pensamientos de cada ser vivo a nivel individual. Y la quinta dimensión es la toma de conciencia de que todo es una unidad. Es la dimensión del amor incondicional y de la unidad entre todo lo que existe. No se trata de entender a nivel intelectual que somos todos uno, sino de realmente verlo y sentirlo sin ninguna duda.
Durante siglos hemos vivido sometidos al control de las fuerzas de oscuridad, nos han indoctrinado y esclavizado, nos han vendido mentiras por verdades y verdades por mentiras; nos han hecho creer que no valemos, que no tenemos derechos, que nacemos en pecado y al infierno hemos de irnos si no nos sujetamos a las normas establecidas, si no somos “normales”. Es hora de despertar a nuestro verdadero ser, nuestra esencia divina inmortal, Uno con el Tao.
En el mundo empiezan las protestas y la resistencia a las medidas sanitarias y preventivas dictadas por las autoridades. Hay una fuerte controversia con respecto al uso de mascarillas, ante la falta de evidencia científica, además de los efectos iatrogénicos de su uso: inhalación de co2 reciclado, problemas cardíacos o respiratorios, mayor fatiga, mayor esfuerzo muscular, problemas de alergia, inflamación y dermatitis.
Con el pretexto de proteger nuestra salud física, se nos imponen medidas que de hecho deterioran no sólo nuestro sistema inmunológico sino nuestra salud mental e incluso espiritual. El término mismo “distanciamiento social” es un ataque más al espíritu de comunidad y solidaridad para mantenernos divididos, separados y con miedo. Necesitamos abrazarnos, tocarnos, darle la cara al sol. Ahora falta ver con qué nos salen con el tema de la vacuna.
Si no es mucho lo que podemos hacer con las circunstancias externas, lo que sí podemos controlar es nuestra mente, nuestras emociones, y mantenernos centrados, con los pies bien puestos sobre la tierra. A medida que se vayan desarrollando los sucesos, cada uno tendrá que hacer ejercer su libre albedrío y poder de discernimiento para decidir cómo actuar.
Necesitamos un viaje al interior de nuestro corazón porque es allí donde cada uno puede encontrar las respuestas a todas las interrogantes. Para enfrentar este reto, hemos de confiar en nuestro sistema de guía emocional (SGE). El reto rebasa a la mente lógica, es necesario afinar la intuición y la conexión espiritual.
La retroalimentación emocional de nuestro SGE, el sistema amoroso que nos ha sido dado por naturaleza, nos avisa en seguida sobre los juicios de nuestra mente condicionada. Cuando juzgamos algo o a alguien de manera negativa, nos sentimos mal. Es la manera en que nuestro amoroso SGE nos está dando retroalimentación sobre nuestra propia conducta, nos avisa que nos estamos alejando del amor. Todo juicio negativo nos lleva al sufrimiento. El miedo, la ira, la frustración son señales de que necesitamos recalibrar nuestro SGE. El amor, el gozo, el entusiasmo son la confirmación de que estamos en buen camino.
Las prácticas de alquimia interior taoísta parecen haber sido desarrolladas precisamente para estos tiempos. Son las herramientas más eficaces, la tecnología más refinada. Las emociones no son para ser pensadas, son energías que deben ser procesadas y digeridas; es así como maduramos. Lo que sentimos es reflejo de lo que pensamos, pero como dicen los taoístas, más que tener nosotros las emociones, las emociones nos tienen a nosotros. Con las prácticas taoístas de la Sonrisa Interior, los Seis Sonidos Curativos y el Chi Kung empezamos a recalibrar nuestro SGE y a mantenernos centrados en nuestro Tao.
Desesperadamente, queremos sentirnos bien de nuevo, volver a la rutina, regresar a lo conocido, lo normal. La “nueva normalidad” que se está promoviendo ahora esconde trampas para hacernos regresar al redil. Vamos a sufrir un nuevo bombardeo publicitario para volver a adormilarnos, a que nos sintamos cómodos nuevamente.
No, no podemos “volver a la normalidad” porque esta normalidad nunca existió. Nuestra existencia antes del coronavirus no era normal más allá de la normalización de la codicia, la desigualdad, la explotación y expoliación de nuestra madre Gaia, la desconexión, confusión, ira, el odio y la carencia. Esa “normalidad” es la que ha llevado al mundo al borde del colapso.
No podemos desperdiciar esta oportunidad sagrada para traer de regreso los valores humanos esenciales como la solidaridad, la compasión y el amor. No vamos a dejar que nos amordacen, que cubran nuestra sonrisa, que nos roben el abrazo. Nos vamos a empoderar en comunidad, no permitiremos que nos separen.
Necesitamos llevar a cabo una transformación radical, a nivel personal, comunitario y social, que exige valentía y compromiso. Trabajadores de la luz, en donde sea que estemos llevando a cabo nuestra misión, no desfallezcamos. Recordemos que todos estamos aquí por contrato del alma para participar en este extraordinario momento de la evolución humana. ¡Es momento de celebrar la vida!
Todos invitados a la clase gratuita de Chi Kung
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