La teoría de Cinco Elementos provee un estándar cualitativo de referencia que nos permite caracterizar la dinámica funcional inherente en cualquier fenómeno observable.
Los procesos que guían el curso de una vida humana desde la concepción hasta la muerte siguen las etapas de desarrollo basadas en el funcionamiento básico del Tao. Las primeras tres corresponden en el macrocosmos a la tierra, el cielo y el chongqi, la espiral de chi que los relaciona.
La cualidad fundamental del Tao es yin, tal como lo indica su asociación con el agua a lo largo del Tao Te King, el Zhuangzi y otros textos taoístas. El agua es la manifestación en la tierra en su primera etapa de movimiento del Tao. El surgimiento del fuego es la segunda etapa de desarrollo; se activa al recibir nuestro nombre personal, cuando se activa el shen del corazón. El tercer movimiento es la madera. Localizada a medio camino entre el agua y el fuego, la madera debe fundir en uno los aparentes opuestos. Tras recibir su nombre personal, el niño empieza a juzgar su mundo. Al discernir entre lo correcto y lo equivocado, lo bueno y lo malo, los niños son llevados lejos de la unidad que subyace en sus corazones. Es la madera el elemento que gobierna la calidad de nuestra mente, visión y percepción equilibrada tanto de la dualidad como de la unidad de la vida.
El cuarto estadio del Tao representa ya sea el retorno a la unidad primordial, desde la elevación de la consciencia de sí de regreso al origen, o la caída de la unidad hacia el universo material de las “diez mil cosas”. Esta transición es mediada por el elemento metal a medida que el ciclo anual se mueve de la brillante luz del verano a la oscuridad del invierno.
El número cinco corresponde al elemento tierra. El número cinco en China significa que yin y yang primarios dan a luz a los cinco elementos entre el Cielo y la Tierra. La tierra es el centro, provee el punto de apoyo alrededor del cual ocurren las otras cuatro transformaciones.
Estamos en el primer tercio del otoño, la estación asociada con el elemento metal. En la naturaleza, el metal ocurre como minerales que dan a la tierra, las plantas y a toda vida su valor y estructura internas. Físicamente, el metal ocurre como minerales que nutren y dan fortaleza a la estructura de los huesos y el tejido.
El espíritu Po -en realidad un colectivo formado por siete espíritus- es el más apegado a la tierra. Está asociado a los pulmones y su color es el blanco, el color de los huesos que yacen enterrados bajo la tierra. El espíritu po representa el lado animal o sombra, lo que al morir debe regresar a la tierra.
La función del Po es conectar con lo que tiene valor esencial, recibirlo en los pulmones y retenerlo internamente (intestino grueso), devolviendo las influencias mundanas yin a la tierra de donde surgieron. La autoestima, gobernada por el metal, es la virtud de valorar la cualidad esencial instilada por el Cielo en el momento de la concepción y lo que somos capaces de adquirir y retener durante nuestra vida. No es suficiente con poseer esta cualidad internamente; hemos de ser capaces de conectar con y apreciar lo que es de valor, una facultad regida por el funcionamiento equilibrado de los oficiales de pulmón e intestino grueso.
Similar al espíritu po, una noción filosófico-histórica del alma invoca carácter, decisión reflexiva, auto entendimiento, valores que incluyen la honestidad, la libertad y la responsabilidad.
Para una persona cuyo elemento personal es el metal, los temas clave involucran conectar y retener lo que es de valor en la vida. El tema vital arquetípico de una personalidad de metal que refleja exceso puede ser establecido como “Aquello que yo valoro es de tan grande importancia que debe ser codiciado sin importar las consecuencias para nada ni para nadie, incluyéndome a mí mismo”. El tema que refleja deficiencia puede decir: “Nada de valor puede ser obtenido o contenido en esta vida”.
Quienes están separados espiritualmente del Cielo no logran valorar la conexión espiritual con la esencia de las cosas y, en vez de ello, se enfocan en las posesiones materiales que les brindan satisfacción por un breve momento antes de que el preciado bien sea ensuciado por alguna falla fatal, pues con el tiempo, toda forma material pierda su brillo inicial. En última instancia, sólo nuestra conexión con el Cielo nos puede sostener, mientras que la forma material de lo que valoramos eventualmente se escurre.
Otra función del metal es determinar los límites. Así como la piel, considerado el tercer pulmón, delimita los límites del cuerpo con respecto al mundo externo, en lo emocional su papel es marcar la distancia o cercanía que una persona está dispuesta a permitir.
El espíritu del metal es estricto, seco y terminante y nada es más terminante que la muerte. No es casual que en otoño celebremos y honremos la muerte y a nuestros queridos difuntos.
El otoño es conductor de cambios, amén de propiciatorio de equilibrio emocional. El ocaso meteorológico y espiritual nos motiva a resguardarnos en el interior. Es tiempo para aminorar la actividad, abrir mayor espacio al reposo y recogernos en profunda introspección. Hacer como los árboles: deshojarnos de todo lo que ya no nos sirve, llámese relaciones, ocupaciones, hábitos, creencias, patrones de pensamiento. Al hacer una toma de inventario, discernimos lo que es de valor para conservar y lo que ya ha dado lo que tenía que dar y es tiempo de dejar ir.
¿Qué podemos hacer para equilibrar un elemento metal en exceso o deficiencia? ¿Cómo saber qué lugar ocupa y cuál es la calidad del metal en nuestra constitución de Cinco Elementos? La respuesta a esta y muchas otras preguntas la encontramos analizando la carta astral Zi Ping. Asimismo, la alquimia interior taoísta es el método más eficiente para equilibrar nuestros cinco elementos, elevando así nuestro nivel de salud y bienestar.
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