Muchas tradiciones religiosas fomentan la práctica del cultivo. Apoyan a sus miembros en el desarrollo de cualidades que son concebidas como ideales, perfectas o deseables dentro del contexto de sus creencias, cualidades que hacen a sus seguidores más parecidos a la deidad o principio cósmico que es su centro. Así, por ejemplo, los cristianos alientan el desarrollo del amor al prójimo, el altruismo y el servicio social. A los budistas les gusta ver que sus seguidores sean moralmente rectos, calmados, contenidos y llenos de sabiduría. En cada caso, el objeto del cultivo está relacionado muy de cerca con lo sagrado, el interés central y el aspecto más divino de la religión, mientras que la vida humana en su nivel ordinario, mundano, es vista como separada y diferente de esta visión. Por nuestra naturaleza de ser humanos, no somos ni ideales ni perfectos. Nos falta la paz interior, el amor mutuo y la divinidad. No somos como la deidad o el principio cósmico –pero tenemos la chispa, la semilla, el rasgo de lo divino dentro de nosotros.*
El cultivo luego presupone dos asunciones: una, que la vida humana y la condición humana divergen de la divina, lo último, la perfección; dos, que existe el potencial para alcanzar el estado perfecto dentro de cada ser humano. La práctica del cultivo, entonces, exactamente como su contraparte agricultural en el mundo de lo mundano, significa plantar la semilla, apoyarla y nutrirla, mantenerla a salvo de predadores y malas hierbas, permitirle que crezca y gradualmente se eleve a su total florecimiento. Eventualmente, la semilla se volverá una planta completamente crecida y cultivarla no será más una práctica separada sino que se volverá una con la vida misma. En el contexto religioso, esto significa que para entender el cultivo, uno debe primero examinar los ideales y los objetivos de la religión en cuestión, luego encontrar la naturaleza de la semilla y buscar diferentes métodos de cuidado y cultivo.
Consistente con la metáfora del crecimiento, cultivo significa acción, movimiento hacia delante, progreso y mejora. Una vez iniciado, es un proceso continuo, un movimiento constante de transformación. Requiere que uno ponga a prueba cada supuesto básico sobre el ser y el mundo; se vuelva una persona nueva con cada fase y nunca esté del todo satisfecha, terminada ni concluida. Siempre se encuentra el ideal divino como guía superior. Hay siempre otro paso más que tomar, otra área que apoyar, otro aspecto en el que seguir trabajando. El proceso mismo, el camino hacia la meta, se convierte en la manera de cultivar y para el practicante dedicado, es su vida.
En la mayoría de las tradiciones el camino del cultivo, en cualquiera de sus formas, es una transformación mental. Más que ninguna otra cosa, requiere de un cambio en actitud y conciencia, un desarrollo de cualidades como la compasión, el amor al prójimo, la calma y el desapego –todas esencialmente no físicas, no del cuerpo. Los cuerpos tienden a estar al margen del cultivo, en el mejor de los casos librado a sus propios medios; en el peor, envilecido y maltratado. Con demasiada frecuencia, la naturaleza humana básica de avaricia y egoísmo es vista como enraizada en el hecho de que tenemos cuerpos y que estos cuerpos tienen necesidades que deben ser satisfechas.
Pero existe otra alternativa a la de sacar al cuerpo fuera de la ecuación. Esto es, uno puede hacer del cuerpo la base, la raíz, el fundamento del proceso de cultivo, anclarse uno mismo en la corporeidad y transformar la naturaleza misma de la existencia corporal como parte de la empresa divina. Ésta es la ruta que la tradición taoísta ha escogido –una ruta única que aún no ha sido igualada entre otras religiones y que tiene, con la corporeidad haciéndose más relevante en nuestros días, un gran atractivo para los buscadores occidentales modernos. ¿No sería maravilloso, realmente, poder disfrutar del cuerpo y ser buena persona, ambas al mismo tiempo? ¿No sería genial ser capaz de disfrutar toda clase de gustos y placeres mientras al mismo tiempo nos movemos hacia delante por el camino hacia la existencia divina?
Hay un gran atractivo en esta visión, y la tradición china, afirmadora de la vida y amante del mundo desde un inicio, la ha explorado ampliamente. Su solución al problema de tener cuerpo y querer ser divino es algo llamado chi.
Tao Curativo es el sistema en el cual aprendemos el cultivo, el manejo y el lenguaje del chi. Desde los inicios, sentamos sólidas bases y un firme arraigo para que dicho cultivo pueda prosperar con seguridad y fluidez.
Tao Básico es el primer paso en el “camino de los cien pasos”. Si no lo has dado aún, está cordialmente invitado a hacerlo en el Retiro de Diosas y Dioses del 23 al 25 de agosto:https://taocurativomexico.com/cursos/
*Fragmento del artículo “El cultivo taoísta del cuerpo” por Livia Kohn
RETIRO DE DIOSAS Y DIOSES
TALLER INTENSIVO TAO BÁSICO Y AMOR CURATIVO
Fecha: Del viernes 23, 5 p.m. al domingo 25 de agosto, 2 p.m.
Lugar: Rancho Cortés, Cuernavaca, Mor.
Costo: $4,500 individual u $8,000 en pareja (incluye comida sábado, manual y videos).
Costo con hospedaje: $6,300 individual o $10,200 en pareja.
FECHA LÍMITE PARA INSCRIBIRSE: 19 de agosto. RESERVA CON $1,000.00 |
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